sábado, 10 de febrero de 2018

LA RENUNCIA INESPERADA QUE CAMBIÓ LA HISTORIA, HACE CINCO AÑOS

5 años de la renuncia de Benedicto XVI al ministerio petrino

El 11 de febrero de 2013 Benedicto XVI anunciaba públicamente su renuncia al ministerio petrino dejando la Sede vacante en espera de un sucesor
La noticia de la renuncia de Benedicto XVI el 11 de febrero de 2013, tomó a todos por sorpresa marcando para siempre la historia de la Iglesia, con un gesto de valentía y humildad por parte del actual  Papa emérito. Se cumplen 5 años de aquel día, y aún resuenan sus palabras pronunciadas en latín al colegio cardenalicio, expresando su renuncia al ministerio de Obispo de Roma:

«Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice».

En este video rememoramos las imágenes de aquel momento, junto con su posteriorencuentro con el nuevo Sucesor de Pedro, el Papa Francisco, así como su despedida y traslado al Castel Gandolfo.

http://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2018-02/aniversario-renuncia-de-benedicto-xvi-sede-vacante-vaticano.html

Les comparto un capítulo de mi libro "Francisco, El Papa de todos" (Paulinas-San Pablo, Lima 2017, pp.74-78) 

LA RENUNCIA INESPERADA QUE CAMBIÓ LA HISTORIA

La fiesta de Lourdes 11 de febrero del 2013 una noticia sacudió al mundo. El Papa Benedicto XVI presentaba su renuncia. En el imaginario del mundo católico se guardaba el testimonio de Juan Pablo II quien a pesar de tantos achaques afirmaba que "nunca Cristo se bajó de la cruz" ¿Por qué el actual parecía contradecirle? ¿Alguien se atrevió? Bueno es recordar alguno de los casos más notorios.

 

El primero fue el papa Clemente I (del 88 al 97) quien renunció a favor de Evaristo, porque tras ser arrestado y condenado al exilio decidió que los católicos no se quedasen sin un guía espiritual. Vino luego San Ponciano quien llegó a la sede de Pedro en el año 230, y, al ser desterrado por el Emperador a la isla de Cerdeña, tras dos años de muchas penalidades, renunció al pontificado con la intención de despejar el camino para la elección de otro papa. Algo parecido se vio obligado a hacer San Silverio en el 537 en beneficio de Virgilio. San Martín I en el año 649 para San Eugenio I (654-657).

En los calamitosos siglos de la edad de Hierro (siglos IX y X) cabe citar los nombres de Juan XII, León VIII, Benedicto V quienes se vieron obligados a renunciar.  Lo mismo sucede en el siglo XVI con Benedicto IX, Silvestre III y Gregorio VI

El caso más conocido y claro de renuncia fue el del Beato Celestino V, cuyo pontificado duró del 29 de agosto al 13 de diciembre de 1294 y después se retiró a una vida de eremita. Tras su renuncia fue elegido Bonifacio VIII.

El período del Cisma de Occidente fue ocasión para una nueva renuncia papal. De los tres Papas simultáneos, que debían renunciar, tan solo lo hizo Gregorio XII en el 1415.

En la etapa contemporánea, a Pío VII le tocó gobernar la Iglesia en los convulsos años de 1800 a 1823. Cuando por deseo de Napoleón y para negociar con éste, Pío VII fue a París a coronarlo como emperador en 1804, el Papa firmó su abdicación en previsión de una captura por parte de Napoleón. La detención no se realizó en ese momento, por lo que el Papa pudo volver a Roma y la renuncia no se llevó a efecto.

Todavía se debate si Pablo VI previó su renuncia como dio a entender una visita que, a poco más de los tres años de su elección, el 1 de septiembre de 1966, hizo a la tumba de San Celestino V, sobre la que oró.

Parece que Juan Pablo II recibió el consejo de renunciar ante la grave enfermedad y de hecho dejó escrita la posibilidad de hacerlo en el futuro, sin embargo solía repetir que  "Cristo no bajó de la cruz"

Llegamos al Papa Benedicto XVI, antecesor de nuestro Papa Francisco. Cuando se comunicó su decisión, se tejieron miles de opiniones y comentarios. Zanjó la cuestión con sus inolvidables palabras ante el Consistorio cardenalicio:

"Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. 

Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. 

Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. 

Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria".

Tal confesión nos revela que sólo los muy cercanos al Papa estaban al tanto de tamaña decisión, el secretario de Estado T. Bertone y secretario particular Georg Gänswein, el decano Angelo Sodano, el cardenal Gianfranco Ravasi (responsable de los Ejercicios Espirituales a la curia vaticana la semana siguiente) y, parece, que también el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la congregación para los obispos.

La discreción del papa emérito y la delicadeza del nuevo están brindando a al mundo y a la iglesia todo un referente de lo que significa saber retirarse cuando Dios lo quiere y la misión lo requiere. Francisco, que tanto valora la riqueza de los mayores sabe acudir a él como en las familias lo hacemos con nuestros abuelos. El propio Benedicto lo considera, no como algo negativo sino como la llamada del Señor a "subir al monte" para dedicarse "aún más a la oración y a la meditación"  para seguir sirviendo a la Iglesia, sin abandonar la cruz, permaneciendo junto al Señor crucificado,  "con la misma dedicación y el mismo mor con el que lo he hecho hasta ahora, pero de un modo más adecuado a mi edad y mis fuerzas" (Audiencia, 27 febrero 2013).

Por su parte, Francisco, en 2014, durante el vuelo de retorno a Roma desde Tierra Santa, se le preguntó sobre la posibilidad de renunciar si un día le faltan las fuerzas. Uno de ellos le preguntó acerca de si alguna vez se le ha ocurrido dejar de ser Papa. "Ni se me había ocurrido que me iban a elegir a mí", dijo sobre su elección. "Nunca he pensado en retirarme del papado ni dejarlo a causa de las numerosas responsabilidades", declaró el Papa. "Fue una sorpresa para mí. Pero, desde ese momento, Dios me dio una paz que dura hasta el día de hoy. Y eso me mantiene. Esa es la gracia que recibí. Por otro lado, por naturaleza soy inconsciente, así que sigo adelante", dijo riéndose.

El diario le repreguntó: "¿Y lo verá?". "Eso no lo sé. Que Dios lo decida", dijo Francisco. "Cuando yo sienta que no pueda más, ya mi gran maestro Benedicto me enseñó cómo hay que hacerlo. Y si Dios me lleva antes, lo veré desde el otro lado. Espero que no desde el infierno… Pero que sea un cónclave católico", expresó. Luego de señalar que hará "lo que el Señor me diga que debo hacer: rezar y buscar la voluntad de Dios"; indicó que "creo que Benedicto XVI no es un caso único". "Ha sucedido que no tenía las fuerzas y honestamente, un hombre de fe tan humilde, ha tomado esta decisión (de renunciar). Creo que él es una institución. Hace 70 años no existían los obispos eméritos. Ahora hay muchos", explicó. "¿Qué pasará con los Papas eméritos? Creo que debemos mirar como institución que él abrió una puerta, la de los Papas eméritos. Si habrá más, lo sabe Dios. Pero esa puerta está abierta. Creo que un obispo de Roma que siente que bajan sus fuerzas debe hacerse las mismas preguntas que se hizo el Papa Benedicto XVI"[1].


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